
El popular bingo, el juego de mesa que todos conocemos, presenta una de las historias más curiosas en cuanto a su origen. Y es que pocos sabrán que cuenta con prácticamente más de cinco siglos de historia, convirtiéndolo así en uno de los pasatiempos más longevos. La manera de practicarlo es conocida por casi todos: un bombo va sacando bolillas con números al azar y gana la persona cuyo cartón, que cuenta con algunos de esos números, lo completa antes en su totalidad.
Como hemos comentado, en el pasado había tres elementos inherentes a este juego. En primer lugar, el bombo que va sacando las diferentes bolillas con números inscritos. En segundo, los cartones con los números que cada uno de los jugadores deberá completar y que son diferentes entre sí. Y tercero, el presentador, que es la persona encargada de ir sacando las bolillas del bombo e ir cantando los números en voz alta. Los tres eran los pilares que no podían faltar para vivir la experiencia.
En la actualidad, el bingo online nada tiene que envidiar a la actividad que se practicaba hace varias décadas en los pueblos y sobremesas de comidas. En los tiempos actuales, se presenta de manera totalmente digitalizada, con la posibilidad de practicarlo desde cualquier dispositivo inteligente y eligiendo modalidades que lo hacen más dinámico e interactivo, pero sin perder aquella esencia que lo hizo tan conocido en el pasado y que ha provocado que haya llegado a nuestros días.
Origen incierto
Como sucede en otros juegos como el ajedrez o el blackjack, los primeros pasos del bingo son motivo de debate entre los expertos historiadores. Popularmente se sabe que nació en tierras italianas en el siglo XVI, momento en la historia en que se fueron reunificando diferentes territorios y apareció como “lotto”. En el pasado tenía una mecánica idéntica al bingo tradicional, aunque en los tiempos actuales esa palabra hace referencia a la lotería nacional.

También existe la historia, que muchos defienden, que su origen está en los pueblos bárbaros muchos años antes que en tierras transalpinas. De hecho, era un método para recaudar impuestos. Funcionaba de la siguiente manera: cada bolilla era una aldea distinta y cuando el azar hacía aparecer la bolilla en cuestión, los encargados cobraban los impuestos a las aldeas ya sea con minerales u otros materiales. En este caso, ser el elegido no era sinónimo de ser afortunado.
La gran expansión
Como sucede con muchos otros juegos de casino, la primera expansión de la práctica del bingo se dio en territorio europeo. Pasó de Italia a Francia, donde se hizo muy popular por el año 1770, adoptando el mismo nombre que los italianos, “lotto”. Tuvo muy buena acogida entre la aristocracia del país y es de suma importancia su paso por territorio galo porque allí se cambiaron las normas a la actividad que hoy en día conocemos. A partir de entonces, se fue expandiendo por toda Europa sin freno.
En el siglo XX cruzó el océano hasta llegar a Estados Unidos, donde dieron el nombre actual. Este procede de “beano”, pues los cartones eran marcados con alubias que son una suerte de frejoles, una comida muy popular en tierras norteamericanas. En 1929 se comercializó por primera vez en Nueva York y contaba con el bombo y los cartones para jugarlo donde uno quisiese. Ya se lanzó en el mercado como “bingo”, un derivado de las famosas alubias.

Ya a finales de siglo, con la migración digital de muchas de las actividades tradicionales que se practicaban, los juegos de casino fueron dando el salto a internet y a diferentes portales especializados. Ahora, estas plataformas, que también se presentan desde el dispositivo móvil o cualquier otro dispositivo inteligente, permiten practicar este juego tan popular desde el lugar y el momento que uno desee.
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